Siempre he pensado que la gestión de riesgos debe formar parte del ADN de todo líder de proyectos
Quizá simplemente por el hecho de que cada proyecto es un esfuerzo temporal y único, es inevitable que estemos expuestos a lo inesperado. No podemos controlar lo incontrolable, pero sí podemos —y debemos— prepararnos:
· Establecer barreras.
· Acordar responsabilidades.
· Y activar experiencias que ni siquiera la gente recuerda que tiene.
Para mí, la gestión de riesgos va mucho más allá de un registro en una hoja de Excel. Es un “People Process”, una conversación profunda y proactiva donde, más que modelos matemáticos, se requiere escuchar, conectar y anticipar.
Quiero iniciar con este post una secuela de contenidos prácticos sobre gestión de riesgos, alineados al enfoque del PMI-RMP®, así que empezamos con algo que considero debería estar en todo “Risk Manifesto” cuando vas a realizar la localización de riesgos en un contrato:
1. No todos los riesgos se eliminan, pero sí se gestionan: La incertidumbre es parte del juego. No se trata de evitar los riesgos, sino de anticiparlos y prepararnos.
Ejemplo: En un proyecto vial, no puedes evitar las lluvias, pero sí puedes diseñar drenajes eficientes y planes de contingencia.
2.Los riesgos son como fichas de dominó: Una mala gestión de un riesgo puede activar una cadena de impactos.
Ejemplo: Un retraso en permisos afecta la obra civil, las pruebas y la entrega, escalando en costos y tiempos.
3. Documenta lo vivido, aunque haya dolido: Los errores que no se documentan se repiten. Las lecciones aprendidas son el activo más subestimado.
Ejemplo: Un contratista perdió dos licitaciones por el mismo error en precios unitarios, por no revisar experiencias pasadas.
4. El riesgo lo debe gestionar quien tiene el control: Asignar el riesgo a quien no puede actuar sobre él es invitar al fracaso.
Ejemplo: El constructor no debe asumir el riesgo de licencias ambientales si no tiene influencia sobre la autoridad.
5. El riesgo no documentado, lo asume alguien… y no siempre el mejor preparado: Si no se asigna explícitamente, alguien lo absorberá por inercia.
Ejemplo: Un contrato no mencionó el alza de materiales, y el proveedor asumió un costo que lo sacó del proyecto.
6. La mejor asignación depende del contexto: Cada proyecto tiene su propia lógica. No uses matrices copiadas sin pensar.
Ejemplo: Una matriz de riesgo extranjera fue usada en un contrato nacional y omitió variables regulatorias clave.
7. Si es previsible, va al precio: Los contratistas no son ingenuos. Si ven el riesgo, lo incluirán en su propuesta económica.
Ejemplo: Un proveedor sabía que el terreno era rocoso, lo valoró y ajustó su oferta… y así protegió su rentabilidad.
8. Transferir el riesgo no significa resolverlo: Delegar sin capacidad de respuesta es una bomba de tiempo.
Ejemplo: El subcontratista asumió trámites con una empresa de energía con la que no tenía contactos. El proyecto se detuvo.
9. El riesgo también puede ser una oportunidad: Gestionado con inteligencia, el riesgo puede ser un diferenciador competitivo.
Ejemplo: Una firma asumió riesgo climático, el clima fue favorable, y logró terminar antes con utilidades más altas.
10. Contratos coherentes generan relaciones estables: Las contradicciones legales abren la puerta a disputas y arbitrajes.
Ejemplo: Un contrato mezcló “no indemnización por demora” con “bonos por adelanto” y acabó en conflicto legal.
Estas 10 reglas son solo el comienzo
Gestionar riesgos no es llenar formatos. Es leer el contexto, entender a las personas, tomar decisiones valientes y construir resiliencia organizacional.
Si lideras proyectos estratégicos o haces parte de equipos que enfrentan alta incertidumbre, no puedes dejar que la gestión de riesgos sea algo “opcional” o improvisado.
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